martes, 12 de marzo de 2013

#Religión: Xûmfo Dehe, la sirena otomi.

La Xûmfo Dehe en un bordado tenango.
Junto con la Tierra (Hi / Höi*) y el Fuego (Tsíbi / Zibí*), el Agua (Déhe) figura entre los principalísimos elementos sacralizados por los otomíes.    No está de más decir que los otomíes viven un mundo poblado de seres divinos: cerros, nubes, semillas, ríos, vientos, piedras, vegetación, por no hablar de la parafernalia ritual que utilizan durante los rituales (el sahumador, las tijeras con que recortan los curanderos a las divinidades en papel, y demás artefactos), todo está vivo, y es susceptible de ser entendido como una potencia divina.

Tierra, Fuego y Agua, se les encuentra pues, en todos los contextos rituales de los otomíes, fastos y nefastos, pues tanto pueden dar vida como quitarla. Por ello se habla, en el caso del agua, de “Agua buena” y “Agua mala”. En los contextos fastos, aparecen junto con Cristo-Sol y el Maíz, mientras que en los contextos nefastos suelen aparecer junto con (e incluso ser entendida como) el Viento: cuando el agua es peligrosa se habla de un mal aire.

Aparte de ser fasta o nefasta, el Agua también tiene género como el resto delas  divinidades  otomíes:  todas  son  hombre  y  mujer,  cada  una  con  su  respectivarepresentación  gráfica. Sin  embargo,  el  agua  está  predominantemente  feminizada,pues  se  habla  de  la  “Santa Agua”,  la  “Sirena”  o Xúmfø Dehe,  “Señora  del Agua”,aunque  ello  no  implica  desconocer  que  también  existe  su  pareja  masculina,  “el Sireno” o Buèhe déhe. 

Ataviada  con  joyas  y  diversos  adornos  (gotas  de  agua  forman  sus  aretes  y collares), a la Sirena o Xúmfø Dehe, se le imagina con vestidos de color verde-azul: 

Ar Xûmfo Dehe.
“El  verde  es  el  color  habitual  de  la  vegetación,  del  reino  de  la  humedad  (šun-ka): hmthe, divinidad del agua, de  la vegetación exuberante y del amor,  fecunda con su deseo el medio que recorre, o por el contrario, lo deseca…” 
J. Galinier

Para  los  otomíes,  se  trata  de  una mujer muy bella,  aunque  la mitad de su cuerpo parece la de un reptil (una víbora con frecuencia), o bien la de un pescado. No  es  extraño  que  aparezcan manantiales  ahí  donde  se  ven  serpientes.    De hecho,  si se mata  las serpientes, se corre el  riesgo de que  los manantiales se sequen.   En los ojos de agua cristalina, suele ser vista como un enorme pescado, o bien como un remolino. Otras exégesis dan cuenta de una Sirena monstruosa, con  la cabeza de un peligroso reptil dentado (Galinier).

Se dice que el agua es una mujer de singular belleza pero de peligrosa  sensualidad:  atrae  a  los  hombres  con  sus  encantos,  y  una  vez  que  los lleva al agua, éstos se ahogan en medio de un remolino, para entonces convertirse en  sus  peones.  Como  hemos 
visto, la Sirena está en el origen del mundo surge de las grandes aguas de donde emergió el Sol.  Su  belleza  sólo  subraya  que  esta  erotización  del  agua,  vinculándola  con  el deseo sexual. Galinier advierte que  “deseo” en el otomí del valle del Mezquital, se dice  “k’ati”,  palabra  que  tiene  relación  con  la  humedad  vaginal.  Por  otra  parte,  el término k’ašphani “piel húmeda” designa la desnudez. Para el antropólogo francés, piel y agua parecen formar un mismo campo semántico. Lo mismo que la vegetación y la humedad. 

“el cambio de piel se expresa en el Mezquital con el verbo k’ani.  Esta  concepción  se  puede  comparar  con  la  ideología  prehispánica  de  la fertilidad y sobre  todo con el  ritual Tlacaxipehualiztli,  ritual azteca de desollamiento en honor de Xipe Totec, divinidad del cambio de  la vegetación, que se viste con  la piel de los cautivos sacrificados”. 
 J. Galinier.