El cuerpo de las personas, en sus dos segmentos, el inferior y el superior, corresponde a dos grande
s segmentos del mundo: el supramundo y el inframundo. Los hñähñus tienen un fuerte contacto con el inframundo, que posee valores positivos y valores negativos.
El inframundo es la región de los metales. En el inframundo viven los santos yacentes, los santos subterráneos que esperan la purificación, ahí también viven losdemonios. El inframundo es como una imagen en espejo de las propias comunidades: tiene casas, cultivos, caminos y fuentes de agua y permanece obscuro durante el día.
En las noches, el sol no muere, lo que hace es visitar el inframundo, para calentarlo, para iluminarlo. Cuando amanece, el sol deja el inframundo y se eleva por el cielo acompañado de un ejército de pájaros que lo ayudan a subir y alcanzar la altura. Dos de sus acompañantes más famosos son la paloma y el canario.
Los hñähñus creen en la purificación Tienen conciencia de que las cosas pueden salir mal pero pueden mejorarse. Por eso veneran con especial afecto al zopilote, que es el ave que, como el fuego, elimina lo podrido y limpia todo lo que ha perdido su pureza. El inframundo es un lugar para la recuperación, para la purificación. Es un lugar para yacer, para esperar. Es un lugar de latencia. Es el lugar de la resurrección.
Desde muchos puntos de vista, los hñähñus consideran que su pueblo tiene una misión fundamental: recrear al mundo, purificarlo y asegurarse de que nunca deje de haber nacimientos sobre la tierra. Ellos son los encargados de que nadie olvide que, tras la purificación, llega la resurrección y, tras la muerte, llega la vida.
El supramundo
La mitad superior del cuerpo humano corresponde al supramundo en realidad, tanto el inframundo como el
supramundo tienen tres niveles cada uno. Además, los hñähñus consideran que hay un séptimo nivel: la superficie de la tierra, donde habitan las personas vivas.
La fórmula que usan para definir el espacio es esta: 3 + 1 + 3 = 7. Tres para el inframundo, uno para la superficie y trespara el supramundo. En realidad, el mundo hñähñu no está fragmentado, no es un tres por aquí y un tres por allá. El mundo hñähñu propone una realidad integrada en la que el inframundo, la superficie terrestre y el supramundo se relacionan diariamente.
Por eso comparten un mismo sol que en la noche terrestre alumbra las tinieblas del inframundo y en el día calienta las regiones inferiores. Las regiones más altas del supramundo son anheladas y son veneradas.
En ellas viven los dioses y también los ancestros. Por eso, en las regiones hñähñus las elevaciones del terreno, desde las colinas, hasta los montes, tienen un valor especial, porque acercan a las personas a las regiones superiores. Es frecuente encontraraltares y adoratorios en montículos, cerros y colinas del campo.
Los hñähñus tienen muchos dioses, todos ellos importantes, todos ellos se complementan. Entre ellos sobresalen el Sol y la Luna. La Luna es la gran señora de la vida, de la procreación, del conocimiento, de la verdad y de la noche, que es de donde surge la vida.
El Sol también es conocido como el dios viejo, el señor del pino, el señor del fuego, Cuécuex y Otontecuhtli. Es un dios querido, cálido y generoso.
En los hogares hñähñus, el fogón es el centro de la vida diaria. La lumbre prendida es un canto a la vida, la lumbre apagada (la ceniza) es un canto a la muerte. La vida y la muerte dialogan entre sí todos los días y alcanzan acuerdos
El fuego hñähñu se renueva en la ceremonia del fuego nuevo. En esta ceremonia, en plena noche, se apagan todos los fogones de todos los hogares: el fuego muere. Después, los sacerdotes se dirigen a una cueva sagrada (el fuego tiene su origen en las cuevas) y ahí prenden un leño. Entonces, reparten el fuego nuevo: todos los jefes de hogar reciben una antorcha encendida que llevan a los fogones de sus casas, para renovar la vida doméstica con energía nueva.
Casi todos los hogares hñähñus tienen un altar familiar que llenan con cirios y velas encendidas para honrar a los dioses y a los antepasados y para ofrecerles el fuego que los guiará a través de la noche, a través de la muerte. En estos altares se colocan objetos sagrados, imágenes y estatuillas que representan a los dioses. Cuando no los están usando, los sacerdotes hñähñus colocan en este altar sus bastonesceremoniales
Los vivos, los muertos, los que todavía no nacen en el día de muertos, el altar se convierte en una pieza central: es el corazón alrededor del que se organizan, al interior de cada familia, los rituales más íntimos. Después de celebrar en la intimidad, cuando llega la noche de muertos, las familias salen, junto con todos los vecinos, a visitar el cementerio y llevan a las tumbas los alimentos favoritos que, en vida, preferían los familiares muertos que ahí yacen.
De esta manera, las personas y los grupos vuelven a mirarse todos juntos, tomados de la mano de sus muertos. En la noche de muertos, lo que podemos ver en los panteones es una comunidad que se une a los antepasados y hace votos por la vida, para que nunca se acabe, la importancia de los antepasados y la confianza en los que todavía no nacen.