La Xûmfo Dehe en un bordado tenango. |
Junto con la Tierra (Hi / Höi*) y el Fuego (Tsíbi / Zibí*), el Agua (Déhe) figura entre los principalísimos elementos sacralizados por los otomíes. No está de más decir que los otomíes viven un mundo poblado de seres divinos: cerros, nubes, semillas, ríos, vientos, piedras, vegetación, por no hablar de la parafernalia ritual que utilizan durante los rituales (el sahumador, las tijeras con que recortan los curanderos a las divinidades en papel, y demás artefactos), todo está vivo, y es susceptible de ser entendido como una potencia divina.
Tierra, Fuego y Agua, se les encuentra pues, en todos los contextos rituales de los otomíes, fastos y nefastos, pues tanto pueden dar vida como quitarla. Por ello se habla, en el caso del agua, de “Agua buena” y “Agua mala”. En los contextos fastos, aparecen junto con Cristo-Sol y el Maíz, mientras que en los contextos nefastos suelen aparecer junto con (e incluso ser entendida como) el Viento: cuando el agua es peligrosa se habla de un mal aire.
Aparte de ser fasta o nefasta, el Agua también tiene género como el resto delas divinidades otomíes: todas son hombre y mujer, cada una con su respectivarepresentación gráfica. Sin embargo, el agua está predominantemente feminizada,pues se habla de la “Santa Agua”, la “Sirena” o Xúmfø Dehe, “Señora del Agua”,aunque ello no implica desconocer que también existe su pareja masculina, “el Sireno” o Buèhe déhe.
Ataviada con joyas y diversos adornos (gotas de agua forman sus aretes y collares), a la Sirena o Xúmfø Dehe, se le imagina con vestidos de color verde-azul:
Ar Xûmfo Dehe. |
“El verde es el color habitual de la vegetación, del reino de la humedad (šun-ka): hmthe, divinidad del agua, de la vegetación exuberante y del amor, fecunda con su deseo el medio que recorre, o por el contrario, lo deseca…”
J. Galinier
Para los otomíes, se trata de una mujer muy bella, aunque la mitad de su cuerpo parece la de un reptil (una víbora con frecuencia), o bien la de un pescado. No es extraño que aparezcan manantiales ahí donde se ven serpientes. De hecho, si se mata las serpientes, se corre el riesgo de que los manantiales se sequen. En los ojos de agua cristalina, suele ser vista como un enorme pescado, o bien como un remolino. Otras exégesis dan cuenta de una Sirena monstruosa, con la cabeza de un peligroso reptil dentado (Galinier).
Se dice que el agua es una mujer de singular belleza pero de peligrosa sensualidad: atrae a los hombres con sus encantos, y una vez que los lleva al agua, éstos se ahogan en medio de un remolino, para entonces convertirse en sus peones. Como hemos
visto, la Sirena está en el origen del mundo surge de las grandes aguas de donde emergió el Sol. Su belleza sólo subraya que esta erotización del agua, vinculándola con el deseo sexual. Galinier advierte que “deseo” en el otomí del valle del Mezquital, se dice “k’ati”, palabra que tiene relación con la humedad vaginal. Por otra parte, el término k’ašphani “piel húmeda” designa la desnudez. Para el antropólogo francés, piel y agua parecen formar un mismo campo semántico. Lo mismo que la vegetación y la humedad.
“el cambio de piel se expresa en el Mezquital con el verbo k’ani. Esta concepción se puede comparar con la ideología prehispánica de la fertilidad y sobre todo con el ritual Tlacaxipehualiztli, ritual azteca de desollamiento en honor de Xipe Totec, divinidad del cambio de la vegetación, que se viste con la piel de los cautivos sacrificados”.
J. Galinier.