viernes, 3 de mayo de 2013

#Religión: El 3 de mayo, una fiesta importante.

"No te pido que lo entiendas, te pido que respetes mi forma
de conectarme con aquello que me es sagrado"
Una de las estrategias de los otomíes para asegurar su continuidad como cultura, que Incide en todos los demás ámbitos de la existencia social, es la compleja vida ceremonial. Ésta se expresa a través de un rico calendario de fiestas y de una complicada red de santuarios conformada por numerosos puntos sagrados que se conectan por el Peregrinar de hombres y mujeres. 

Las fiestas de los santos se enmarcan En el calendario católico y tienen, como ya vimos, un fuerte vínculo con los ciclos Agrícolas dentro de una antigua tradición Mesoamericana. Los otomíes festejan a la Santa Cruz, a las vírgenes de la Concepción, de Loreto, de la Asunción y de Guadalupe, a San Pedro, San Miguel, San Juan, San Santiago Apóstol y Santa Teresa, entre otros.

Una ocasión ritual que destaca en la atención destinada al agua, es la Fiesta de la Santa Cruz, el 3 de mayo: ese día está avocado fundamentalmente al ascenso del Cristo-Sol a los cielos, cuando la semilla de maíz ya ha crecido y se inicia un nuevo periodo agrícola. La fiesta es ocasión para el cambio de mayordomías, ahí donde todavía subsisten: los mayordomos salientes entregan a los entrantes, las imágenes de los santos de la iglesia para que las custodien. Entre estas imágenes hay tres cruces: la Cruz mayor (relacionada con el Sol, “Cruz del Cielo” o Pönthi mahenzí), otra con el Fuego (Zíbi pönthi) y otra con el Agua (Pönthi déhe). Estas asociaciones no son claras, pero lo cierto es que los otomíes realizan una procesión de la iglesia a los pozos del pueblo, los tres días que dura la fiesta, un día por cada mayordomo entrante. Mientras que los mayordomos salientes se despiden, los entrantes saludan los pozos de agua, empezando por el más antiguo, (el “jefe”). 

La cruz no solo es un simbolo
catolico-cristiano, si no que tambien
representa los rumbos de la tierra.
Cargando los santos y las cruces, los mayordomos entrantes se hincan, junto con los salientes, y el resto de asistentes, ante cada pozo, sonando campanas y haciendo tronar un cohete de arranque como forma de saludo. Al final dejan una ofrenda de flores, velas y refrescos sobre los papeles recortados con la imagen de la “Cruz de Agua”, divinidad vinculada a la San Juanita, y por ende, a la Sirena. La “Cruz de Agua” que está en una de las esquinas de la iglesia, concentra la información relativa al agua, proveniente de cada Cruz de Agua de los altares domésticos. En la parte inferior de todo altar otomí, se van a encontrar regularmente un par de cruces: la Cruz de Tierra (Pönthi höi) y la Cruz de Agua o Pönthi déhe. Todas ellas “se comunican” con la cruz de la Iglesia, que a su vez se dirige a la Cruz de Agua ubicada en cada pozo del pueblo. De esta forma, toda ofrenda realizada en el espacio doméstico, llegará a su destinatario final. No obstante, para que el agua reciba su ofrenda, necesita estar materialmente presente. 

Tanto en los rituales ordinarios (los costumbres), como en los más importantes (como el arriba reseñado de la Santa Cruz), se coloca un recipiente con agua del pozo (o pozos, tratándose de un costumbre grande como la Fiesta de la Santa Cruz) en la parte baja del altar, donde permanecerá hasta que el ritual finalice: ahí los curanderos colocan su ofrenda de comida y bebida, además de poner dentro del recipiente un par de velas (apagadas), y un par de pequeños hilos de flores (que suelen colocarse sobre toda entidad divina durante el ritual). El sentido de esta acción ritual es que el agua ahí ofrendada, después sirva de mensajero y dé cuenta de la ofrenda que ese grupo de personas le dio. Después de bailar toda la noche, al amanecer todos se disponen a entregar la ofrenda al pozo: cargan la comida, refrescos, velas y flores, junto con el recipiente con el agua, y en procesión se dirigen a los pozos, encendiendo las velas y sonando campanitas. Al llegar a los pozos, colocan las ofrendas junto al pozo, a un lado de la “Cruz de Agua”, vertiendo el líquido del recipiente (el agua ofrendada) al pozo, donde se mezclará y dará su informe: los otomíes entienden que es agua comisionada entregando su informe al resto del agua, como sucede entre los seres humanos cuando un pequeño grupo de hombres va comisionado para tratar algún asunto lejos, y luego regresan a dar cuentas en una asamblea general.